Francia y sus territorios de ultramar ¿Por qué los mantiene?
- CERES
- 2 jul
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Gracias a sus territorios de ultramar, Francia dispone de una extensa red de presencia en tres océanos. Actualmente, 2,8 millones de personas viven en los 12 departamentos y colectividades de ultramar y en Nueva Caledonia. Los más poblados son Guadalupe, Martinica, Guayana Francesa y Reunión, que tienen el estatus de departamento desde 1946 y de región desde 1982. Estas cuatro regiones, llamadas a veces antiguas colonias, reúnen en conjunto una población de 1,9 millones de personas, es decir, aproximadamente dos tercios de la población del ultramar francés. A ellas se suma Mayotte, que se convirtió en el 101.º departamento de Francia en 2011.
Los territorios de ultramar franceses también incluyen otras entidades llamadas colectividades de ultramar, la mayoría de las cuales están únicamente asociadas a la Unión Europea. Entre ellas se encuentran Wallis y Futuna, Polinesia Francesa, Saint-Pierre y Miquelon, y Saint-Barthélemy. También existen islas deshabitadas o sin población permanente, como las Tierras Australes y Antárticas Francesas, que completan este heterogéneo y disperso conjunto que le otorga a Francia la segunda mayor Zona Económica Exclusiva del mundo después de Estados Unidos, con 10,1 millones de km².
Esa presencia permite a Francia mantener relaciones transfronterizas con decenas de países lejanos a su base europea. Por ejemplo, Francia tiene frontera con Brasil y Surinam, y también con Australia y Nueva Zelanda. Con una superficie marítima tan extensa, Francia posee también amplias zonas de pesca y recursos minerales submarinos significativos.
Otra ventaja: los territorios de ultramar representan el 80 % de la biodiversidad francesa. Un cuarto de los parques nacionales están situados fuera de la Francia metropolitana, en Guadalupe, Guayana Francesa y Reunión. En Nueva Caledonia, parte de su arrecife de coral de 1.600 km de largo está declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Territorios franceses en el mundo
Estos territorios de ultramar son activos estratégicos innegables para Francia, aunque su administración desde París es sumamente compleja debido a la diversidad de estos territorios y sus características históricas y geográficas específicas. En particular, su dinámica demográfica es muy desigual: mientras Martinica y Guadalupe sufren una disminución poblacional causada por el éxodo masivo de jóvenes hacia la Francia continental, Guayana Francesa y Mayotte experimentan una explosión demográfica por altos niveles de inmigración ilegal. La población de Guayana Francesa se multiplicó por ocho y la de Mayotte por doce en los últimos 60 años.
En los últimos años, la situación se ha vuelto tensa —por no decir crítica— en varios de estos territorios. Tensiones en parte históricas, pero también agravadas durante la presidencia de Emmanuel Macron.
Situación de los territorios franceses
Pese a sus distintos estatus, todas las economías ultramarinas sufren males similares. El desempleo es de dos a tres veces mayor en las Antillas Francesas y en Reunión que en la Francia continental. El PIB per cápita es más de un tercio inferior. Además, las poblaciones ultramarinas son más vulnerables, con múltiples problemas de salud como diabetes, obesidad, drogadicción y alcoholismo.
Aún muy dependientes de una relación casi exclusiva con Francia, las economías de las regiones ultraperiféricas son extremadamente frágiles. Entre el 50 % y dos tercios del comercio se realiza únicamente con Francia. Esta situación es heredera del sistema económico colonial conocido como l’Exclusif.
En el pasado, los territorios debían proveer materias primas agrícolas (como bananas) y, al mismo tiempo, servían como mercados para productos franceses. Sin un proyecto industrial ambicioso, la economía ultramarina depende principalmente de transferencias del Estado, diversas formas de ayuda y salarios artificialmente altos.
Otra herencia del período colonial: los funcionarios públicos reciben salarios excesivos, de hasta un 40 % más en las Antillas y un 108 % más en la Polinesia Francesa. Este sistema ha generado un efecto inflacionario, al que se suma un impuesto específico: el impuesto portuario, aplicable a las importaciones en Guadalupe, Guayana Francesa, Martinica, Mayotte y Reunión. Aunque concebido para proteger la producción local y financiar las colectividades de ultramar, este impuesto ha encarecido los precios, generando protestas masivas en Reunión (2012), Guayana Francesa (2017) y Martinica (2024).
Crisis en las Antillas
Según el INSEE, en las islas los alimentos son un 40 % más caros que en la Francia continental. En Martinica, por ejemplo, los productos pasan por un costoso circuito: compra en Francia, transporte, octroi de mer (un impuesto marítimo aplicado a las importaciones en ultramar) y, finalmente, el margen de los distribuidores. Cuatro etapas que inflan el precio final.
El “escudo de calidad-precio” creado tras la gran huelga de 2009, que regula los precios de productos básicos, no satisface a la población. ¿Qué soluciones sostenibles existen para resolver el elevado coste de vida?
El Consejo Ejecutivo de Martinica propone medidas como decretar precios fijos durante tres años para 54 categorías de productos, reducir el IVA y limitar los márgenes de mayoristas y distribuidores. También se recomienda fomentar la producción local.
Las tensiones, que han derivado en enfrentamientos violentísimos y en la declaración del estado de sitio, se alimentan de crisis anteriores, entre ellas:
Crisis de la vivienda: por la reducción en la construcción y aumento de los alquileres.
Crisis laboral: con altas tasas de desempleo.
Crisis energética: apagones frecuentes por falta de inversión en la red eléctrica.
Crisis del agua: cortes frecuentes y baja presión.
Crisis del clordecona: un pesticida organoclorado ampliamente utilizado entre 1972 y 1993 en las plantaciones de banana de Martinica y Guadalupe. Persistente y tóxico, representa hoy un grave problema sanitario, ambiental y social. El Estado francés no reconoce su responsabilidad en este envenenamiento, aunque se considera uno de los mayores escándalos sanitarios de la historia francesa. Mientras tanto, la gente muere de cáncer y otras enfermedades relacionadas con este producto.
El gobierno de Macron, algo perdido, aceptó negociar sin líderes locales y pactó con mayoristas una rebaja del 9 % en los precios, que no satisfizo a la población. Las protestas fueron duramente reprimidas y los líderes encarcelados.
Una calma aparente en 2025, pero el barril de pólvora en las Antillas puede explotar de nuevo en cualquier momento.
Crisis en Guayana Francesa
Guayana Francesa es la única puerta de entrada de la Unión Europea en América del Sur, y atrae a un gran número de inmigrantes de países vecinos y del Caribe. Se estima que el 85 % de la población ilegal proviene de Surinam, Brasil y Haití, debido a las fronteras porosas: al este, el río Oyapock con Brasil, y al oeste, el río Maroni con Surinam.
Esto ha generado una economía subterránea floreciente: la minería ilegal de oro está en auge y la región se ha convertido en un centro del narcotráfico. Se dice que Surinam y Guayana Francesa producen un tercio de la cocaína mundial. Todo esto contrasta con la imagen del centro espacial de Kourou, desde donde despegan los cohetes ARIANE.
Crisis en Nueva Caledonia
Nueva Caledonia ha vivido recientemente disturbios urbanos de una magnitud no vista desde los años 80. En el centro del conflicto, que ha dejado cuatro muertos y saqueos, está una juventud en busca de reconocimiento.
En 1984, el Estatuto aprobado por la Asamblea Nacional, pese a la oposición independentista, fue el detonante de un boicot a las elecciones y el inicio de lo que muchos denominan eufemísticamente “los Acontecimientos”: una insurrección que derivó en la declaración del estado de emergencia. Hoy, el gobierno ha reactivado el debate con una reforma constitucional para ampliar el censo electoral, lo que los independentistas rechazan frontalmente.
En 2024, la reforma fue aprobada sin consenso y provocó protestas, disturbios y 14 muertes. La violencia afectó directamente la estrategia francesa para la región Indo-Pacífico, donde China busca expandir su influencia.
La célula independentista CCAT fue creada en marzo por jóvenes decepcionados con los políticos tradicionales. La división en el archipiélago es evidente: los lealistas (mayoría europea) viven en el oeste y quieren seguir con Francia; los independentistas (mayoría kanak) habitan el este y quieren su independencia.
Los acuerdos de Matignon (1988) y Nouméa (1998) establecieron referendos de autodeterminación. Se celebraron tres (2018, 2020 y 2021), con mayoría por la permanencia, pero el último fue boicoteado por los independentistas. Hoy, la tensión es máxima, en una población donde los Kanaks representan el 41 %, los europeos el 24 % y el resto (asiáticos y oceánicos) el 27 %.
Además, Rusia y Azerbaiyán habrían interferido en el territorio mediante campañas de desinformación en redes sociales.
Crisis en Mayotte
Mayotte, el 101.º departamento francés, fue devastado por el ciclón Chido en diciembre de 2024, que causó daños humanos y materiales enormes. El ciclón reveló un gran contraste: Mayotte es el departamento más pobre, con viviendas precarias, pero también un polo de atracción sanitaria para migrantes, sobre todo de las Comoras.
Muchas mujeres arriesgan la vida cruzando el mar para dar a luz en territorio francés y acceder a la ciudadanía y ayudas sociales. El actual gobierno, buscando atraer al electorado de derecha y extrema derecha, propone eliminar el derecho de suelo exclusivamente en Mayotte, lo que ha provocado protestas incluso en París.
En 1974, tres islas del archipiélago de Comoras votaron por la independencia, pero Mayotte eligió seguir siendo francesa. Esto generó un conflicto con el principio de integridad territorial de Comoras, pero permitió a Francia mantener presencia en el Índico.
Hoy, la isla vive una crisis total: infraestructuras ruinosas, servicios públicos colapsados, economía paralizada. El ciclón solo agravó una situación ya desesperada.
Conclusión
Francia tiene la segunda mayor superficie marítima del mundo gracias a sus territorios de ultramar, que le otorgan un estatus único como país donde nunca se pone el sol. Este territorio incluye miles de km² inexplorados —como el fondo marino profundo, del que el 92 % sigue sin conocerse— y que Francia busca estudiar y explotar.
Las tres fachadas marítimas de Francia continental, junto a sus dominios de ultramar, favorecen el desarrollo de industrias nacionales emblemáticas. Además de los sectores tradicionales, surgen industrias emergentes vinculadas a la transformación tecnológica y social. Francia es un terreno fértil para startups marítimas en áreas como lo digital, robótica, energía, biodiversidad, salud y más.
Este ecosistema proporciona soluciones para proteger los océanos, descarbonizar el transporte marítimo, promover pesca y acuicultura sostenibles y procesar datos oceánicos. En plena transformación, la economía marítima francesa generó una producción de 116.000 millones de euros en 2023 y más de 530.000 empleos directos. Para 2030, el objetivo es llegar a 150.000 millones y un millón de empleos.
Sin embargo, detrás de esta ambiciosa proyección global, se encuentran territorios que permiten esta expansión, pero que siguen siendo marginados, olvidados y explotados.
Se creía que las ciudadanías de segunda clase eran cosa del pasado colonial. Pero las decisiones y políticas de los sucesivos gobiernos franceses demuestran que, en la práctica, no ha cambiado tanto.

Por Marco Alves
Máster en Ciencias Políticas por la Universidad París Nanterre, en Derecho Internacional y Europeo por la Universidad Grenoble Alpes y en Relaciones y Negocios Internacionales por el ILERI (Instituto de Relaciones Internacionales de París).
Ha trabajado en 30 países, incluido Brasil, donde fue especialista en desarrollo para el Gobierno del Estado de Pernambuco.
Colaboró con ONGs en África como especialista en recuperación económica en zonas postconflicto.
Actualmente es director de una consultora internacional especializada en ciencias sociales y participa en proyectos en Burkina Faso, Costa de Marfil, Malí y Níger.
Corresponsal en Francia y Europa para la radio CBN Recife. Presidente de la Asamblea del IFSRA (Institute for Social Research in Africa). Emprendedor social, conferencista y mentor en la organización Make Sense. Consultor en inteligencia estratégica y gestión de riesgos para el sector empresarial.
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